martes, 4 de octubre de 2011

Costumbres antiguas de Combarro

Combarro no solo era un pueblo marinero, si no, también un pueblo creyente, donde la creencia religiosa estaba por encima de toda duda. Era consiente de los malos recuerdos en tiempos pasados, donde las enfermedades de la peste y viruela hicieran estragos entre sus moradores.
En 1636, llegaría un día de desgracias, pues ocurrió que, varios hombres del pueblo estando embarcados en buques portugueses llegaron al pueblo trayendo con ellos la peste, dicho desenlace contaminó a mucha gente, lo cual, terminó contagiando a toda la región. También en esa ocasión regresaran algunos hombres de el Grove y entre ellos ocurriera lo mismo.
Se dice que en esa ocasión diezmó al pueblo de Combarro de tal manera que, los hombres de mar, sintiéndose tan desdichados propusieron que los lunes no se saliera a pescar sin antes no oír misa. Entonces en la isla de Tambo que tenían una ermita, salían en sus barcos para rezar. También en el propio pueblo, donde hoy está la iglesia de san Roque, estaba un oratorio dedicado a San Sebastian protector de la peste que le rezaban constantemente para que les liberara de sus desgracias. Dichas nostalgias llegarían a nuestra época, donde hasta los años de 1960, cuando se moría un vecino, al paso de su féretro por la calle de la Rúa, iba una mujer encargada de llevar en la cabeza un banco de madera para posar el féretro ante la puerta del vecino que deseaba pagar una extremaunción al párroco, pidiendo responsos por el alma de los difuntos de la casa.
Esto se hacía al llevar el muerto a la iglesia o al regreso, camino del cementerio.

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